Un paseo por lo que queda de la Expo de Zaragoza 2008
Un grupo de voluntarios y trabajadores rememoran lo que fue la muestra internacional y los retos pendientes del recinto del Actur.
Conchita Cobos es la primera en llegar a la cita con el pasado en forma de paseo para recordar la Exposición Internacional que acogió Zaragoza hace 15 años. Media hora antes aguarda en un banco a la sombra del recinto Expo del Actur, cerca de la pasalera del Voluntariado, la que recibe su nombre de los zaragozanos que como ella pusieron su tiempo para ayudar antes, durante y después del evento que recibió 6,5 millones de visitas entre el 14 de junio y el 14 de septiembre de 2008. “Estaba recién jubilada cuando lo anunciaron y aproveché”, cuenta este martes cumplidos los 80 años, sobre cómo se hizo voluntaria. “Repartía folletos a los guiris en la plaza del Pilar”, apunta. La muestra “me abrió al mundo”, reconoce y le entristece pasar delante de edificios emblemáticos aún sin uso como el pabellón de España.
En el grupo hay otros dos voluntarios, Miguel Ipas y Jorge Pardo, ambos ingenieros y miembros de la asociación Legado Expo como ella. El primero recuerda claramente el primer día. Había comprado un pase de temporada porque en 1992 viajó hasta Sevilla para ver la Exposición Universal que se celebró entonces. “Pensé que si me fui allí, cómo no iba a venir a esta en Zaragoza”, dice. Su primer recuerdo fue acceder al recinto por el pabellón Puente y “entré al primer sitio que vi, la Torre del Agua, que me enganchó para siempre cuando vi la escultura del Splash”, confiesa. Venía todos los días al salir del trabajo a las 17.00 y solo faltó las dos semanas que se fue de vacaciones. Le anima ver que la obra de la arquitecta Zaha Hadid ha encontrado una segunda vida con el museo de la movilidad Mobility City, pero lamenta que aún no se haya dado un destino a la Torre del Agua.
“Yo venía todos los días porque fui trabajador del centro de control”, cuenta Pardo, que también fue voluntario. Muchos de sus recuerdos son en los sótanos donde se encontraba su puesto de trabajo. “Allí estaba cuando vino el Rey (don Juan Carlos) a la inauguración”, dice señalando al subsuelo, donde continúa habiendo otra ciudad paralela, incluido el aparcamiento público. A él también le enganchó la Expo de Sevilla en 1992 y fue al visitar el pabellón de Japón por su pasión con la papiroflexia. Hoy es el director del Museo del Origami de Zaragoza.
La crecida que puso en jaque la inauguración
Entre los que trabajaron en la muestra se incorporan también al paseo Francisco Pellicer, profesor de Geografía de la Universidad de Zaragoza y entonces director de Contenidos de la muestra; Ricardo Martín Tezanos, jefe de Prensa durante la Expo y ahora de Expo Zaragoza Empresarial, Alfonso Pérez, jefe de Edificación y Purificación Sebastián, jefa de Protocolo de los Días Nacionales, ahora de Feria de Zaragoza.
Sus primeros recuerdos se remontan a la preocupación por las lluvias y la crecida del Ebro del mes anterior como si el agua que era la protagonista de la muestra no quisiera faltar. “El río se invitó solo”, bromea el profesor, para añadir, con seriedad, cómo Roque Gistau, el presidente de la sociedad Expoagua, convocó un “gabinete de crisis” el 4 de junio porque venía una crecida. “Oír el río por la noche cuando viene crecido es tremendo”, rememora. “En mayo llovió 20 días”, añade, lejos de la sequía que se vive ahora.
El agua puso en jaque espacios como el pabellón del Faro, “que era de barro”, recalca el director de Edificación. De los años de preexpo recuerda la dificultad para encontrar mano de obra ya que el país se encontraba en plena burbuja inmobiliaria (que pincharía poco después). “No se encontraban operarios”, dice. En las obras trabajaron 5.000 personas. “Hubo que cambiar toda la ceremonia inaugural en 15 días”, añade Martín Tezanos.
“México fue el primer día”, recuerda Sebastián. Cuando pasan junto a los de las comunidades autónomas (hoy Ciudad de la Justicia) el que fuera director de Contenidos apunta que se distribuyeron “por cuencas hidrográficas”. Miguel reconoce, con sorpresa, “15 años después todavía quedan cosas que no sabíamos”. Desde la asociación se recopilan recuerdos, informes, se reclaman mejoras en el recinto, con zonas deterioradas como los bancos que recorren el frente fluvial, y se trata de mantener vivo el espíritu de la muestra.
Sebastián confiesa que sigue viendo “pabellones” donde ahora están oficinas como los juzgados de la Ciudad de la Justicia, que ocupan el espacio que estuvo dedicado a las comunidades autónomas y varios países. Se abre un debate sobre cuál fue el país más visitado. En ellos se mostraba la mejor cara de cada nación, centrados en atraer turismo. Se menciona Marruecos, Japón, Alemania y las largas filas en Kuwait. En cuanto a espectáculos, la cabalgada del Circo del Sol y el espectáculo del Hombre Vertiente se llevan más puntos. “Hubo más de 5.000 actos, 450 artistas y 104 países”, enumera Martín Tezanos sobre las grandes citas de la muestra. Destaca que hubo 10.000 periodistas acreditados de todo el mundo.
Delante del Acuario, que se estrenó como un pabellón más de la muestra, Pellicer recalca el mérito de haberse mantenido 15 años en funcionamiento. Dentro permanece también la mascota del certamen, una versión gigante de Fluvi, diseño inspirado en una gota de agua. Uno de los pocos que se conservan. Todos los niños en 2008 sabían quién era, pero ahora “los padres se lo explican”, cuentan desde el acuario fluvial, que este miércoles hará balance de su aniversario. Lo ceden amablemente para la sesión fotográfica e incluso ayudan a sacarlo al exterior durante unos minutos.
El recinto podía acoger a unas 100.000 personas y “hubo que cerrarlo un día porque no cabía más gente”, apunta Pérez, por rebasar el aforo. Hoy resulta difícil imaginar lo que fue observando la amplia avenida central vacía, en la que el movimiento se limita a las mañanas con funcionarios de los juzgados, empleados de oficinas y estudiantes de varios centros de FP.
Martín Tezanos, encargado de seguir potenciando el recinto, considera que el balance es positivo “teniendo en cuenta que hemos pasado por dos crisis económicas más una pandemia”, desde que la muestra cerrara sus puertas. “Se ha cumplido el objetivo”, asegura, al llegar al 94% de ocupación. Pérez añade que se encuentra todavía en la “fase final de transformación”, que ha llevado más tiempo del esperado, pero que “todavía tiene tirón” para atraer empresas.
Para Sebastián, el encanto del recinto se mantiene aunque solo haya actividad por las mañanas y el resto del tiempo sea una zona para practicar deporte. La tarde solo tiene como visitantes a zaragozanos haciendo deporte, si es sobre ruedas mejor. Patines en línea, patinetes y bicicletas improvisan circuitos, estos últimos en los bajos del que fuera pabellón de Aragón, decorados con grafitis.
Pellicer insiste en que el recinto Expo “está sin acabar” porque “no se hizo solo para tres meses”. Así, en su día “se hizo sin fecha de caducidad”. Tiene todavía recorrido. El profesor lamenta que se haya “dejado morir” el legado más intelectual de la muestra, los trabajos de expertos internacionales en la Tribuna del Agua, que él sigue utilizando en sus clases. Mantiene que Zaragoza tendría que postularse como pionera en la gestión de cuencas. Cree que mientras no se logre que haya viviendas en el recinto este no conseguirá tener vida día y noche. “Esto tiene que ser un trozo de la ciudad“, apunta.
Pese a las sombras que dejó la muestra desde Legado Expo mantienen las ganas de seguir recuperando espacios. “No hay nada imposible”, afirma Ipas. “Este año se ha abierto uno (por el pabellón Puente), aún nos quedan tres”, concluye, en referencia al de España, el de Aragón y la Torre del Agua.
Fuente: Heraldo