Los promotores de la Expo 2008, 15 años después: “Fue un motor de cambio de Zaragoza”
El alcalde Belloch, Roque Gistau y Jerónimo Blasco debaten sobre el pasado, el presente y el futuro de la Expo, que pasa dar vida a sus edificios sin uso.
El exalcalde Juan Alberto Belloch no puede olvidar una foto: se tomó en París, el 16 de diciembre de 2004. Ese día la ciudad ganó la Expo 2008 frente a Trieste (Italia) y Tesalónica (Grecia). En ella aparecían el veterano regidor, la entonces vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, y Marcelino Iglesias, quien fuera presidente de Aragón. “No he tenido una emoción más grande en la vida política que esa, y mira que he tenido líos”, dice.
Había llevado la Expo en su programa electoral de 1999 y supo convencer a todo el mundo. En primer lugar a la alcaldesa de la época, Luisa Fernanda Rudi, y a su sucesor, José Atarés, a quienes siempre recuerda con elegancia su aportación a la Expo. Y después a todos los demás hasta llegar al 14 de junio de 2008, cuando la muestra abrió las puertas a 93 días de reflexión, cultura y fiesta.
Junto a él, dos actores destacados del acontecimiento internacional fueron el presidente de la sociedad estatal Expoagua, Roque Gistau, y el que fuera director general de Operaciones, Jerónimo Blasco. El exalcalde permanece en Zaragoza, a la espera de presentar el próximo día 27 presenta en Zaragoza sus memorias. Al segundo, ya jubilado, la víspera del aniversario le coge en Italia, mientras que el tercero está en Málaga, donde lidera la gestión de la candidatura de ciudad andaluza para ser sede de la Expo 2027.
¿Cómo cambió Zaragoza la Expo 2008? “Pasó a tener mayor calidad de vida. Es evidente que lo principal desde ese punto de vista son las riberas del Ebro y el parque del Agua”, explica Belloch, que deja en un segundo plano la gran transformación que vivió la ciudad. “Solo hay que mirar. Zaragoza pasó de ser una ciudad –y lo digo con todo el respeto, porque es mi tierra–, provinciana, a ser una de ámbito universal”, explica Gistau.
“El río pasó de ser un elemento de borde al eje central, como ocurre en París o Londres. Se ha hecho un uso fantástico de las riberas y el parque del Agua, una obra magnífica. Con la Expo también se levantó el área de la estación intermodal, se remató el aeropuerto… Zaragoza es otra ciudad”, destaca Gistau.
“La Expo para una ciudad media como Zaragoza fue un gran acontecimiento que ha dejado una profunda huella. Por la promoción exterior, por la transformación de la ciudad. Integró la ciudad con sus tres ríos y el canal; cerró las operaciones urbanísticas de la llegada del AVE y la Milla Digital. Fue un plan de inversiones de 2.000 millones permitió modernizar la ciudad y hacerla más ecológica”, indica Jerónimo Blasco.
“Sigue siendo el motor fundamental del cambio en la ciudad. Desde cualquier punto de vista, impulsó definitivamente el desarrollo del proyecto Plaza sin ir más lejos. Los nuevos empresarios que se están instalando en la ciudad son consecuencia de la misma marca”, dice Belloch. Para el alcalde, hay “un antes y un después”. “Y luego hay algo fundamental, más inmaterial, y es que los zaragozanos nos demostramos a nosotros mismos que éramos capaces, que era posible hacer ese gran proyecto”.
Las sombras, 15 años después
15 años después de la muestra no todas las lecturas son positivas. Belloch cita la desatención a las instalaciones, la “barbarie” que llega en forma de vandalismo. Roque Gistau también es crítico: “El componente científico-técnico y todo lo relacionado con la sostenibilidad no se ha aprovechado en absoluto. Se hizo un esfuerzo enorme con una concentración de saber muy potente en la Caja Azul, pero ha faltado voluntad política. Respecto a los edificios, por un lado está la torre del Agua, que podría ser la torre Eiffel de Zaragoza, y por otro, pabellones como el de Aragón, que son difíciles de utilizar”. “Se ha sabido aprovechar el legado del gran parque empresarial pero mucho menos los pabellones temáticos y singulares”, comenta Jerónimo Blasco.
¿Y qué hacer ahora? Todos coinciden en la necesidad de dar una salida a esos edificios. Belloch, como hizo ya en la época de la Expo, defiende la construcción de viviendas en la zona, por ejemplo con el proyecto anunciado en los pabellones Ebro (los denominados ‘cacahuetes’). “Está en la mira de todos la Torre del Agua. Para que sea atractiva, que debe serlo, se necesitan algunas obras estructurales. Habría que hacer dos plantas que pudieran dedicarse a servicios”, comenta el alcalde, a quien le gustaría que hubiera un restaurante giratorio en ese nuevo espacio.
“Es posible de hacer. Se lo pregunté al arquitecto que me dijo que la estructura podía aguantar dos plantas y más, que no había problemas técnicos”, dice. En su opinión, sería más sencillo acondicionar tanto el pabellón de España, para usos universitarios, como el de Aragón, para servicios. “La torre podría contener miradores, museo y restaurante, mientras que en el pabellón de Aragón se podría apostar por algo que tenga que ver con la Comunidad. El de España tendría que ser un centro de transferencia de conocimientos del agua”, comenta Gistau.
“El éxito del Pabellón Puente, el Acuario, el Palacio de Congresos y el auditorio al aire libre deberían sustentar el uso de la Torre del Agua y los pabellones de España y Aragón en un parque cultural que sirva como atracción turística y espacio de Congresos. El modelo de Nantes (Isla de las Máquinas), Barcelona (Pueblo español renovado) o Toledo (Puy de Fou) puede servirnos de inspiración”, dice Jerónimo Blasco.
“Para ello convendría que la Sociedad autonómica que gestiona la post-Expo (Expo Empresarial) incorpore estas tareas a su exitosa gestión inmobiliaria. Por supuesto urge un acuerdo para mantener las obras de arte heredadas de la Expo ( bastaría con que la Sociedad mantenga las ubicadas en el recinto y el Ayuntamiento en el resto de la ciudad)”, concluye.
Fuente: Heraldo