Expo Zaragoza 2008: diez años después del sueño internacional
Zaragoza, 14 de Junio de 2018
Para muchos puede resultar algo lejano y hasta desconocido, pero su papel en la transformación de Zaragoza fue trascendental. Podría decirse que histórica a tenor de la revolución urbanística y social que trajo consigo. La celebración de la Exposición Internacional de 2008 hizo posible proyectos reivindicados durante décadas, como la conclusión de los cinturones de ronda y la autovía Mudéjar, la multiplicación de puentes y pasarelas sobre los cauces y algo impensable hasta entonces, como la recuperación de las riberas del Ebro, Huerva y Gállego y la conversión del meandro de Ranillas en el nuevo pulmón verde y administrativo de la ciudad. Si se cuantifica en dinero, más de mil millones de euros de inversión pública, pero también llevó aparejado intangibles como la pacificación del tráfico en el centro y la apuesta por la bicicleta como medio de comunicación sostenible.
También se construyó una terminal en el aeropuerto de Zaragoza por la que pasan más de 458.000 viajeros al año sin que muchos de ellos caigan ahora en la cuenta o recuerden que hizo falta celebrar un evento internacional para jubilar las viejas instalaciones que se remontaban a la época franquista.
Su influjo también se percibió en la propia oferta turística de la ciudad, con una fuerte inyección privada para renovar y multiplicar las plazas hoteleras existentes y también pública para poner al día o ampliar equipamientos como el Paraninfo y el museo Pablo Serrano. También se dotó a la ciudad de un acuario fluvial que es una referencia nacional.
Este legado sería impensable sin la organización de la cita de 2008, que sirvió de catalizadora para saldar buena parte de la deuda histórica del Estado con la capital y catapultarla en la esfera nacional. Eso sí, se pinchó en las aspiraciones de atraer visitantes internacionales, tanto al recinto expositivo como en la posterior etapa postexpo. De hecho, en el verano de 2008 pasaron por el recinto de Ranillas 5,5 millones de visitantes, 1 millón menos de los previstos inicialmente. Y ahora hay más turistas extranjeros que visitan la ciudad, sí, pero no en las proporciones que se ambicionaban hace una década gracias al tirón de imagen de un evento internacional.
Todo esto fue posible porque las administraciones y la sociedad civil impulsaron un plan de acompañamiento a la Expo cargado de actuaciones en la capital. Todas ellas sumaban una estimación de inversiones aún mayor, hasta alcanzar los 1.349 millones. En el listado se incluyeron las infraestructuras anteriormente mencionadas, pero también la línea de cercanías Casetas-Miraflores que se inauguró días antes de la Muestra, el tranvía, proyectos de abastecimiento de agua, el complejo Aragonia, la Ciudad del Agua de Ejea o la fallida segunda estación del AVE que se dejó a medio construir junto a la Feria de Muestras.
Los urbanistas destacan como uno de los pilares del legado de 2008 el plan de riberas, que permitió dotar a la ciudad de medio centenar de kilómetros de paseos verdes a lo largo de los tramos urbanos de sus cauces. El exalcalde Juan Alberto Belloch siempre destacó que con el presupuesto ordinario municipal se hubieran necesitado 30 años. «Se llegó a la conclusión de que la forma de arreglarlo era una Expo», declaró en su inauguración oficial, el 10 de junio de 2008, cinco días antes de que el recinto de Ranillas abriera sus puertas al público.
Para hacerse una idea del alcance, se llegaron a invertir 350 millones de euros si se incluye la reconversión del meandro de Ranillas en un gigantesco parque dotado de servicios y el azud del Ebro. El nuevo pulmón verde, de 125 hectáreas giró la ciudad hacia el río, que se ha consolidado como un un eje de centralidad urbana, especialmente para el ocio familiar en una ciudad que hasta ese momento vivió de espaldas al Ebro.
La intervención también fue de calibre en el capítulo de las comunicaciones. No solo por el cierre del tercer y cuarto cinturón, sino por la urbanización de los viales del barrio del AVE, la transformación de los accesos de la A-68 en avenida urbana, el vial norte del Actur, la adecuación de la autovía de los Pirineos o el paso inferior sobre la rotonda de la MAZ, en la salida hacia Huesca.
Este impacto urbano es precisamente la principal fortaleza destacada en un informe monográfico sobre la Expo que hizo el Consejo Económico y Social de Aragón (CESA) un año después de su clausura. «Contribuyó a la renovación de la imagen de la ciudad a causa de las obras arquitectónicas y monumentales, nuevos trazados urbanísticos, mejora de las comunicaciones entre barrios y rupturas de barreras urbanísticas que los separaban entre sí y nuevos espacios públicos de bienestar y ocio», detalló.
Igualmente incluyó la conversión del Ebro «en eje vertebrador de la ciudad», la finalización, de infraestructuras pendientes, los nuevos equipamientos deportivos y de ocio y, especialmente, las más de 200 hectáreas de zona verde que se recuperaron para la ciudad con la intervención en las zonas colindantes a las riberas.
El CESA también aludió a importante intangibles que siguen vigentes una década después, como es la elevada respuesta y consolidación del movimiento de voluntariado. Igualmente destacó el efecto aglutinador que tuvo la Expo, convirtiéndose en un «claro vehículo de unidad, de integración y de incremento de la conciencia colectiva».
Los cálculos sobre el impacto aún son mayores para la Fundación de Economía Aragonesa (Fundear), que estimó un año después de la clausura que Zaragoza y su entorno recibieron hasta 2.600 millones en inversiones y beneficios.
Semejante inversión económica se tuvo que hacer en un tiempo récord, especialmente lo que concierne a la transformación del meandro de Ranillas en un complejo de pabellones de 25 hectáreas rodeado de un parque equipado. Solo hay ver las imágenes aéreas de 2005 para ver como un paraje de huertas se convirtió en un pulmón verde y en un nuevo centro de ocio y trabajo.
De ello se encargó el equipo de Expoagua, que además logró cerrar el evento internacional con un déficit del 0,8%, muy lejos de la desviación de Sevilla, que llegó al 134%.
El que fuera director de Recursos y Medios de Expoagua, José Luis Murillo, recuerda que hubo cientos de adjudicaciones de todo tipo «sin una sola comisión o duda al respecto». Y apunta que se contrataron a 2.000 personas en 2 días para atender a los visitantes de la Expo un mes antes de la apertura sin que hubiera incidencias.
Murillo también incide en el cambio que supuso para la ciudad en cuestiones que ahora no se aprecian por formar parte de la vida cotidiana. «Ya no recordamos lo lejos que estaba el Actur de la estación del AVE», señala en alusión a la aportación que supuso cerrar el tercer cinturón por Ranillas con el puente del Tercer Milenio.
Los portavoces de la Asociación Legado Expo, Juan Ibáñez y Miguel Ipas, subrayan precisamente como uno de los principales legados la transformación de la movilidad en la ciudad. «Los dos cinturones y los puentes permitieron peatonalizar parte de la zona histórica y reducir ostensiblemente el espacio para los vehículos en el centro al poder desviarse el tráfico», apuntan.
Atrás quedan los tiempos en los que había que cruzar la parte histórica para comunicar las dos márgenes de la ciudad o para salir o entrar procedente de Huesca por el Mercado Central. La avenida de César Augusto era un verdadero embudo viario hasta que el tranvía se convirtió a partir del 2012 en el único medio de transporte con derecho a circular en esta arteria.
Ibáñez e Ipas también recuerdan que el servicio municipal de alquiler de bicicletas, Bizi Zaragoza, echó a andar al calor de la Exposición Internacional. «Ese cambio de cultura en la movilidad empezó en 2008», añaden.
Los datos confirman este cambio exponencial. Cinco años antes de la Muestra, la capital contaba únicamente con ocho tramos de carril bici que sumaban 12 kilómetros, pero se dispararon gracias a los que se construyeron en el tercer cinturón o las riberas. La red no ha dejado de crecer desde entonces y ahora se extiende a lo largo de 131 kilómetros. Sus últimas incorporaciones, las del paseo de Sagasta y la avenida de Gómez Laguna.
Una de las zonas conectadas, como no podía ser de otra forma en una exposición dedicada al agua y el desarrollo sostenible, es la zona de Ranillas. Su reconversión en parque empresarial se tuvo en cuenta cuando se diseñó el recinto de pabellones, lo que permitió una rápida transformación y ajustar la factura en la medida de lo posible.
Pese a la galopante crisis económica que frustró buena parte de las operaciones ya firmadas con empresas, la realidad es que más del 75% de la superficie comercializada ya está ocupada y que cerca de 3.000 personas acuden a diario a trabajar. Eso sí, se tuvo que recurrir a trasladar sedes oficiales para dar vida al recinto. La más importante, la Ciudad de la Justicia, a la que siguieron la Consejería de Educación y múltiples organismos públicos. En total, se han implantado casi medio centenar de organismos y empresas.
El que fuera presidente de la Expo, Roque Gistau, consideró en plena recesión, en 2010, que harían falta diez años para llenar el recinto, aunque aún se está lejos de lograrlo y nadie se atreve a ponerle fecha. Pero como el resto de implicados, reconoce que la transformación que sufrió la ciudad fue histórica y no hubiera sido posible sin la Muestra Internacional.
Fuente: Heraldo