El desapercibido verano de Ranillas
Zaragoza, 12 de Agosto de 2018
Pasó el 14 de junio, se hizo la gala del décimo aniversario de la Expo con todo el relumbrón que se pudo y después… ¿de nuevo el páramo más absoluto? Aunque la intención de las instituciones era dotar de una programación “continuada y sostenida” al recinto de Ranillas durante el presente verano, lo cierto es que la actividad brilla por su ausencia. Al margen de las propuestas de la plataforma Legado Expo, que programa visitas y conferencias incluso sin fecha redonda que celebrar, las riberas y los iconos de la muestra del agua pasan este aniversario sin recitales (¿qué fue del prometido homenaje a Algora?), muestras ni talleres.
El Anfiteatro 43, que en veranos anteriores albergó festivales y conciertos, continúa acumulando olvido, mientras que la zona de riberas solo sale del tedio cuando llega el Pilar y se abre el espacio infantil Río y Juego. Mientras tanto, el pabellón puente aguarda en convertirse en el referente de la “movilidad sostenible del siglo XXI”, que anunció el presidente Lambán, pero la Torre del Agua y el pabellón de España siguen esperando su turno. La primera se puede visitar los fines de semana, pero el segundo continúa vallado y confiando en que le salga una novia convincente. ¡Incluso las activistas del Urban Knitting les llegaron a diseñar telarañas de ganchillo! El Palacio de Congresos se despereza poco a poco con teatros y musicales, mientras que el Acuario es el único espacio donde sí puede disfrutarse de la huella de la Expo con muestras de objetos y proyecciones de audiovisuales, que evocan espectáculos como la cabalgata del Circo del Sol o los ‘shows’ del Iceberg y el Hombre Vertiente.
Por vergüenza torera
“Hace meses que lo veníamos viendo. No queríamos que este aniversario fuera solamente un evento puntual, una gala de un día”, dice Juan Antonio Ibáñez, presidente de la Asociación Legado Expo. “Con algunas de las instituciones, desde el minuto cero ya supimos que no iban a colaborar. Por eso, desde la asociación nos lanzamos a la piscina para organizar con el Acuario una exposición representativa de lo que querríamos que hubiese sido el aniversario”, continúa, al tiempo que explica que Legado Expo asume el trabajo y los gastos de sus actividades. A Ibáñez le resulta “hiriente” que no haya nadie los fines de semana enseñando el recinto a los turistas y que sean ellos quienes por vergüenza torera lo hagan voluntariamente.
A decir verdad, también en otro recinto –aunque bien alejado– puede uno empaparse de la Expo-nostalgia: en el Centro de Historias, en el Museo del Origami, se ha reservado un espacio para una colección de Fluvis y pabellones hechos con miles de papeles perfectamente doblados gracias a la destreza de Jorge Pardo.
El Ayuntamiento de Zaragoza es el que menos se ha involucrado con las celebraciones del décimo aniversario de la Expo. De hecho, en la gala del pasado 14 de junio pasó totalmente desapercibido: se recordó a Atarés, habló Belloch pero Santisteve pasó como una exhalación. ZEC siempre ha recelado de la Expo (por aquello de las obras faraónicas y la especulación) y tan solo ha programado una fiesta por los diez años del parque del Agua y ha reservado un espacio ‘revival’ en la web municipal.
Este recodo virtual, eso sí, no es nada desdeñable, pues se han reunido numerosas fotografías sobre el cambio de Ranillas y la construcción de los pabellones hace ahora una década. Bajo el epígrafe ‘La Expo desaparecida’, se colorean sobre un mapa partes que ya no existen y que se pueden ‘clickear’ para evocar su recuerdo. Por lo que respecta a la actividad municipal en relación a la Expo, parece que hay más movimiento en el expediente urbanístico para desmontar la telecabina que en el interés por recordar un hito que transformó la ciudad.
Fuente: Heraldo