La Expo de Zaragoza cumple diez años: los chascarrillos que ahora pueden salir a la luz
Zaragoza, 14 de Junio de 2018
Fue un fin de obras mucho más frenético de lo que pareció en su día. La crecida del Ebro, tras un mes de mayo con 22 días de lluvias, algo insólito en los 105 años anteriores, hizo que los operarios siguieran el 13 de junio de 2008 por la mañana instalando los triángulos de 120 formatos diferentes que recubren la fachada del Pabellón Puente de Zaha Hadid. Los plazos eran tan ajustados que el mismo Roque Gistau, presidente de Expoagua, indicó al personal de seguridad de la Casa Real que, si tenían que salir para que chequearan el recinto esa mañana, “avisara al Rey para que no viniera porque la Expo no se inauguraba”. Pero la ceremonia se celebró, aunque de un modo muy distinto al que se había pensado.
El espectáculo ‘Iluminar’, del francés Christophe Berthoneau, era el plan B. La crecida forzó la decisión, que se adoptó en los últimos días. De hecho, los invitados a la gala inaugural tenían asignados asientos en el frente fluvial y en el Palacio de Congreso, y estaban advertidos de que, en esta ocasión, el Ebro condicionaría el escenario final.
Los fuegos artificiales iluminaron la Torre del Agua, un icono que vio limitada su altura para no superar los 94 metros de altura de las torres de la Basílica el Pilar.
En los 93 días que duró la Expo todos los días pasaban cosas, unas buenas, y otras no tanto. Días que pusieron a prueba los nervios del personal de protocolo, que consiguió que los 16 jefes de Estado, los 20 jefes de Gobierno y los 89 ministros que pasaron por Ranillas, en representación de más de un centenar de países, se fueran contentos. Solo hubo una queja, la de Lituania, porque una grúa manchó de grasa su bandera una de las veces en la que iba a retirarla.
No hubo fallos con los himnos nacionales. Pero sí se solventó ‘in extremis’ una posible crisis a causa de las banderas. En el Día de Paraguay, estuvieron a punto de izar la bandera de El Salvador porque estaba mal empaquetada. Y se dieron cuenta cuando apenas quedaban siete minutos para la llegada de la delegación nacional. Dos miembros de protocolo corrieron al hotel Hiberus y, mientras uno pedía permiso, el otro iba ‘birlando’ la enseña. Un problema más: faltaban sus dos escudos. Regresaron corriendo al hotel y se llevaron la grapadora. El cierzo que soplaba en Zaragoza, y que impidió que la bandera ondeara por completo, hizo el resto.
Son muchos los que destacan la asistencia de Mijaíl Gorvachov, el último líder de la Unión Soviética, a la Expo 2008. Lo que pocos saben es que se quedó ‘colgado’ en un ascensor del Palacio de Congresos de Huesca, en uno de los actos que se celebró fuera de Ranillas. También cautivó Naruhito, el príncipe heredero de Japón, tanto que muchos le abrazaron. Pero él hizo gala de una extraordinaria paciencia y, como los japoneses le saludaron al modo tradicional, el cariño de los zaragozanos no acabó en un incidente internacional.
Algunos países ponían sus condiciones. Lituania que trajo el agua de su país, y Kazajistán quería que parara el teleférico en su día nacional por motivos de seguridad. Solo desistió al conocer lo que tendría que pagar si lo hacían. El Congreso de Viena regula las relaciones internacionales y hay que tratar igual a todos los países, con independencia del tamaño que tengan.
Aunque ya lo esperaban, los participantes de algunas comitivas internacionales se ponían enfermos en cuanto pisaban España. Sí hubo un caso crítico, el de un viceministro norcoreano que intentó curarse a base de vísceras de cerdo y acabó en el hospital bastante grave. Afortunadamente se salvó.
No hubo tranquilidad ni siquiera en la ceremonia de clausura. Si el Ebro obligó a modificar la ceremonia de inauguración, el cierzo estuvo a punto de dar al traste con la de clausura. Apenas unos minutos antes del inicio del espectáculo pirotécnico, se logró la autorización para poder lanzar los fuegos artificiales. Y nadie se dio cuenta. Así que no es de extrañar que la mayoría de los responsables perdieran peso; algunos acabaron con diez kilos menos.
Fuente: Heraldo